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Publicado el por Neil Wright

Cultura y Carácter: La Narración Occidental Frente a la Oriental

Cultura y Carácter

La Narración Occidental frente a la Oriental

La cultura es la fuerza que impulsa la naturaleza defectuosa y las peculiaridades de las personas, tanto en la ficción como en la vida real. A menudo pensamos en la cultura como un fenómeno "superficial", como la ropa que llevamos y las festividades culturales específicas o los eventos deportivos. Sin embargo, esta va mucho más allá. La cultura en la que nacemos moldea profundamente la forma en que percibimos el mundo que nos rodea, a pesar de que no nos demos cuenta. Distorsiona la lente a través de la cual experimentamos la vida e influye en nuestras conductas y filosofías.

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Tomemos, por ejemplo, las diferencias extremas entre la cultura occidental y las culturas remotas. En Occidente, el canibalismo es reprobable, pero en Papúa Nueva Guinea, comerse a los muertos es un rito funerario. Los estadounidenses consumen habitualmente miles de kilos de carne de vacuno en comidas y restaurantes de comida rápida, mientras que en la India las vacas son sagradas. Teniendo en cuenta estas enormes diferencias, no debería sorprendernos saber que la cultura influye en nuestros modelos del mundo. Y esa cultura, a su vez, influye en cómo se forman las historias.

El papel evolutivo de la narración

Todas las sociedades humanas que conocemos cuentan historias de una forma u otra, ya sea oralmente o por escrito. Transculturalmente, el papel de los relatos parece ser una forma de incorporar normas y lecciones culturales y de ayudar a las personas a resolver lo que deben hacer para controlar o restablecer el orden en un entorno determinado.

La narración está casi siempre a cargo de los adultos, quienes utilizan estos cuentos como vehículo para decir a los niños lo que es justo y no en la vida, lo que es valioso y lo que no, y reforzar cómo deben comportarse los ciudadanos de bien. Por ello, los cuentos suelen impartir lecciones morales, repartir castigos y recompensas y hacerlo de una manera que refleja la cultura de sus orígenes. Además, los cuentos suelen ser modificados y los adultos (narradores) añaden sus propios mensajes narrativos.

A medida que crecemos, nuestros cerebros se encuentran en un estado de plasticidad en desarrollo y absorben información del mundo que los rodea, y lo que ven da forma a sus vías neuronales. Se cree que esta conformación neuronal es especialmente importante durante los primeros 7 años de vida. 

La visión de Occidente

Cuando los niños occidentales crecen, se les educa para que se vean a sí mismos como individuos en una cultura del individualismo. Esta percepción del yo en el mundo es una peculiaridad única que se cree que comenzó hace unos 2 500 atrás en la Antigua Grecia. Los occidentales también tienden a ver la vida a través de una serie de opciones y libertades personales y a considerar el mundo como si estuviera hecho de partes y piezas individuales.

Según algunos psicólogos, el modelo detrás de la narración occidental es producto del paisaje rocoso y montañoso de Grecia, que no era muy adecuado para la agricultura a gran escala. Por ello, el éxito en la antigua Grecia requería buscarse la vida por su cuenta a través de varios tipos de pequeños negocios, como la pesca, la venta de pieles curtidas o la fabricación de aceite de oliva.

Por tanto, para los griegos, la clave del éxito era la autosuficiencia. Y el individualismo era primordial para dominar el terreno que los rodeaba. No es una teoría perfecta, pero sin duda es fascinante, y podría explicar cómo surgió el "individuo" en Occidente, empezando por los griegos.

No es de extrañar que los griegos empezaran a alabar al individuo todopoderoso como centro de la cultura. También alabaron la gloria personal, la perfección y el progreso. Al fin y al cabo, los griegos crearon la legendaria competición que enfrenta al yo contra el yo, que aún hoy conocemos como los Juegos Olímpicos. Los griegos también practicaron las primeras formas de democracia y el derecho al voto individual, y en su mitología contaron fábulas sobre Narciso y los peligros del amor propio.

Pero sobre todo, el mensaje principal era que, a través del progreso y la autodeterminación, el individuo podía ser el campeón de su propio destino y poder y elegir la vida que quisiera. Gracias a estos valores, el individuo podía librarse de las ataduras de los esclavistas, de los tiranos e incluso de Dios.

La visión de Oriente

Las cosas son muy diferentes en el Lejano Oriente. China, la cultura madre de Corea y Japón, está en el extremo del continente euroasiático y separada por montañas y desiertos. Para los griegos, cualquier atisbo de civilización china era probablemente un simple rumor y un susurro de los comerciantes y viajeros por las rutas de la seda.

Los amplios espacios y el fértil paisaje agrícola de China no podían ser más opuestos a la situación de Grecia. La viabilidad de los enormes campos agrícolas favorecía los esfuerzos de los grandes grupos en detrimento del individuo. Probablemente, tener éxito significaba encajar y colocarse a la cabeza de una gran comunidad en un proyecto de irrigación de arroz o trigo en China. La supervivencia se veía reforzada por el trabajo en equipo y la fiabilidad, más que por los pequeños proyectos empresariales. Esta teoría, entendida por algunos psicólogos, se conoce como "teoría colectiva del control" y se cree que factores geográficos como éste condujeron a China y al Lejano Oriente al ideal colectivo del ser.

El más famoso filósofo chino, Confucio, parece respaldar estos ideales colectivos en sus escritos al describir al hombre superior como "aquel que no hace alarde de sí mismo, sino que prefiere la ocultación de su virtud, ya que debe cultivar una armonía amistosa y dejar que los estados de equilibrio y armonía existan a la perfección". Todo ello contrasta con las afirmaciones de los filósofos de la Antigua Grecia.

Para los orientales, el control del mundo se lograba a través de un esfuerzo colectivo, lo que también determinó la forma en que los chinos llegaron a percibir la realidad. Para ellos, la existencia es un campo de fuerzas interconectadas, y no las piezas y partes individuales que percibían los griegos. Y de estas visiones totalmente diferentes de la realidad surgen distintos tipos de historias.

Crisis. Lucha. ¿Resolución? 

Los mitos griegos suelen tener tres actos, o lo que Aristóteles denominó "principio", "medio" y "final", que a veces también se conocen como las fases de "crisis", "lucha" y "resolución". Los mitos griegos también suelen presentar a un héroe singular como protagonista principal, que en el curso de su viaje lucha contra monstruos y supera enormes obstáculos para volver a casa con un tesoro. 

O, en otras palabras, los mitos griegos encarnaban el ideal griego del individuo, normalmente una persona valiente que podía cambiarlo todo si se lo proponía. Historias como ésta influyen en las mentes occidentales en la primera infancia, y algunos estudios han demostrado que, cuando se pide a los niños que inventen una historia, tienden a seguir el modelo griego de forma subconsciente desde una edad temprana. 

El enfoque de China es muy distinto. Por ejemplo, prácticamente hasta la edad moderna no existen autobiografías en la literatura china. Y cuando salen a la luz, suelen estar desprovistas de voz y opinión y contadas casi desde el punto de vista de un espectador que reflexiona sobre una vida, en lugar de hacerlo directamente desde la persona que la cuenta.

Asimismo, en la ficción, en lugar de seguir un patrón directo de causa y efecto, las historias orientales tienden a adoptar la forma de muchos personajes diferentes, todos ellos reflejando el drama de la trama y a menudo de forma contradictoria. El efecto es intentar colocar al lector en una posición en la que tenga que descifrar y descubrir por sí mismo lo que realmente sucedió.

Un excelente ejemplo de ello es 'In A Bamboo Grove' de Ryunosuke Akutagawa. En esta historia, una víctima es asesinada, y el hecho en sí es relatado por varios testigos, incluyendo un espíritu que canaliza a la propia víctima. Es poco frecuente que haya un final claro e inequívoco o un cierre real en las historias orientales. Los finales felices no son temas conocidos en la literatura oriental. En su lugar, el lector tiene que decidir por sí mismo, y así es como los orientales tienden a obtener placer de la historia.

El fin unificador de la historia 

En los pocos cuentos de origen oriental que se centran en los individuos, las hazañas heroicas tienden a realizarse de forma colectiva. En los cuentos occidentales de heroísmo, el héroe se enfrenta al mal, la verdad prevalece y el amor lo conquista todo. Pero en Asia, el heroísmo se consigue mediante el sacrificio, especialmente si ese sacrificio ayuda a proteger y cuidar a la familia y a la comunidad.

Los japoneses tienen una forma de narración conocida como kishotenketsu. Esta suele tener cuatro actos. En el primer acto, se nos presentan los personajes. En el segundo acto, comienza el drama. En el tercer acto generalmente se produce un giro o algo sorprendente. En el último acto, se invita al lector, de forma abierta, a intentar buscar la armonía entre todas las partes de la historia.

Una de las cosas que más desconcierta a los lectores occidentales de las historias de origen oriental es que el final suele ser ambiguo. Esto se debe a que, en la filosofía oriental, la vida suele considerarse compleja y sin respuestas claras.

Los lectores de las culturas orientales se deleitan con la búsqueda narrativa de la armonía. En cambio, los occidentales disfrutan con los relatos de individuos que luchan por alcanzar la victoria contra todo pronóstico. Las diferencias entre estos relatos reflejan las distintas formas en que ambas culturas entienden el cambio. Los occidentales ven el mundo como un conjunto de fragmentos domesticables que hay que recomponer cada vez que surge un drama o un cambio inesperado en una historia. Para los orientales, la vida es un campo de fuerzas que se interconectan. Cuando se produce el drama, el deseo del oriental es tratar de restablecer la armonía de esas fuerzas vitales para que todas puedan coexistir.

Y aunque tanto Oriente como Occidente cuentan diferentes tipos de historias, el propósito subyacente es el mismo. Tanto los orientales como los occidentales cuentan historias como lecciones sobre el control. Están diseñadas para ayudar a las personas a orientarse, a encontrar su lugar en el mundo. Aparentemente, las historias en todas partes son intentos de controlar el caos. Son formas de gestionar la desconcertante realidad externa del mundo que nos rodea.

Información del autor

Neil Wright trabaja como ejecutivo de redacción para una empresa de transcripción con sede en el Reino Unido llamada McGowan Transcriptions. Sus pasatiempos principales son leer y escribir. He Actualmente está trabajando en su primera novela 'Poetic Spaces.'

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